El dolor apareció en la faz de la tierra como
un socavón en Siberia. Es una cueva fría e inmensa al noreste del
mundo. El dolor se abre en el pecho de una mujer de tierra y fuego. En el
centro del alma. En la cúspide de la belleza. Viene el dolor en esa barca de estruendo
y escritura.
Todo mundo sabe que nos derretimos por
adentro. Cómo se van perdiendo, deshaciendo los polos, poco a poco. Los
científicos entregan sus reportes, han medido las marcas del desgaste. Lo
sabemos, hasta nos lo decimos con palmadas en el hombro, con vino y con amigas,
pero no estamos verdaderamente conscientes de su inminencia hasta que se han
abierto las entrañas de las rocas o la carne. Paseamos sobre los campos de
lavandas y certezas hasta que viene el desgarre de las cosas. No de todas las
cosas, sólo de las que damos por hecho.
No conocemos el momento preciso en que el
voraz vacío de la vida tirará nuestros techos y paredes para mostrarse, para
hacerse evidente al mundo. Evidencia de la erosión histórica
de la verdad o del amor. No sabemos cuándo es que la obscuridad paleolítica derruirá la risa y se tragará las tardes. Más vale no saberlo, nunca estar listo y sólo caer.
de la verdad o del amor. No sabemos cuándo es que la obscuridad paleolítica derruirá la risa y se tragará las tardes. Más vale no saberlo, nunca estar listo y sólo caer.
Estoy aquí, otra vez, años después. El dolor
se abre paso entre las rocas o la carne
para empezar con su amenaza, de meses o de años de engüirnos por
adentro. Pero no.
No sucede. No ha sucedido. Nada nos ha tragado. Aquí seguimos. Acostumbrando la vida y los ojos al nuevo paisaje. A esa idea telúrica de perderte, de perderte así, hoy. Después de ponerle tanto amor a los días y tratar de ser generosa y de fluir en la vida. Diciéndonos que nunca, nunca más seremos, que nunca más permitiremos...Ahí está. Ha sido un gigantesco hielo cuyo peso acabó por horadar el terreno dejando la superficie de la tierra abierta. Franca y abierta.
No sucede. No ha sucedido. Nada nos ha tragado. Aquí seguimos. Acostumbrando la vida y los ojos al nuevo paisaje. A esa idea telúrica de perderte, de perderte así, hoy. Después de ponerle tanto amor a los días y tratar de ser generosa y de fluir en la vida. Diciéndonos que nunca, nunca más seremos, que nunca más permitiremos...Ahí está. Ha sido un gigantesco hielo cuyo peso acabó por horadar el terreno dejando la superficie de la tierra abierta. Franca y abierta.
Otra vez, un poco a la izquierda de una caja
toráxica: la fosa que va al centro de la tierra. Viene el dolor sabiendo que es
parte del tejido del mundo. Que también será la paz.
En el fondo de mi alma está el magma donde todo se quema y nace.
Y nace: Del dolor crecen las flores.
Conozco su barca y su escritura, es barro primigenio.
En el fondo de mi alma está el magma donde todo se quema y nace.
Y nace: Del dolor crecen las flores.
Conozco su barca y su escritura, es barro primigenio.
El amor nos permite sentir mejor al Universo.
El dolor nos permite sentir mejor al Universo.
Quien se escapa no lo sabe. Y qué lástima me
dan ustedes, los que no lo saben. Los que se escapan.
Vendrán las flores y serán mías y de otro.
Brotará entre mis senos la flor de la belleza, la flor del perdón, la flor de
la sabiduría. Mi corazón es la guerra florida.
Sacrificio contempo para honrar a nuestros dioses. Los dioses paganos: el dios de la
belleza, el perdón y la sabiduría.
Viene el dolor, se ha abierto. Se ha mostrado en la península de Yamal, el fin del mundo. Un gigantesco vacío entre el hielo y el fuego de lo que somos y sabemos. Me conoce, le conozco. Tengo otra cueva en la
vida.
En mi alma crecerán todas tus flores.
En mi alma crecerán todas tus flores.
Otro crímen quedará sin resolver.