Las Reinas del Sur.
Viñetas sobre una cárcel
Para Laura, una
reina.
Hay muchas
cosas que no he contado todavía. Estuve un año en la cárcel. Era de entrada por
salida. No crean no soy una buena chica marista. Privilegiada y ñoña.
Sin embargo, en
mi ñoñez y en mi privilegio mantuve cierto sentido de aventura. La aventura
importa en la vida porque se sale de ella. De eso se trata esa palabra y es lo
que dice George Simmel en la Cultura Femenina. Tiene una gramática propia. Un
tiempo propio, fuera de la narración de la vida, que nos sirve para entender la
vida misma. Tenía 21 años y me interesaba aprender cosas. Las
instituciones totales y Foucault y Goffman. Quería pararme en el extremo de
algo.
La pregunta por
la mujer. Quería empezar a trabajar con mujeres internas pero la tramitología
universitaria o la capitalina, nunca lo supe, no me lo permitieron y acabé por
prestar mi servicio social en el Reclusorio Preventivo Sur para Varones.
La pregunta por
el mal. Tan definitiva en mi vida. Ya entonces, sospechaba que el mal provenía más
veces del entramado de un sistema y una sociedad podridos con sus
consecuencias, que de una persona con el gen de la maldad, llevando la marca de
Satán, con los neurotransmisores del diablo. Me guardé la libreta con mis notas
de las historias clínicas con las que nunca estuve de acuerdo del todo. La
clínica me repelía y me fascinaba.
En ese entonces
no había Aguamala, no había nacido, pero siempre quise escribir mis propios, y
por supuesto menores, cuadernos desde la cárcel. Le dije a
Laura que iba a nombrarlo las Reinas del Sur, por nosotras, además de que estaba
de moda el libro. No se por qué habré demorado tantos años estas letras. Las
experiencias dolorosas de los otros siempre me han resultado más imponentes y
difíciles de aprehender que las propias. Necesitaba del bondadoso filtro del
tiempo para ver que no todo era tragedia en el mundo del encierro y peor, del sistema de administración de la justicia
en mi país. Requería de tamizar la enorme cantidad de historias que escuchaba
todos los días, durante un año, hace casi casi diez. Tenía algunas ideas
claras:
Sabía que la
política era la de encarcelar a los desviantes.
Sabía que las
ciencias tenían su visión y sus técnicas, a veces bien intencionadas para
hacerlo.
Sabía que
habría corrupción.
No sabía de la
dimensión de la hidra de fauces y cabezas infinitas que ha digerido
cada parte del sistema de administración de justicia en México, en esta ciudad,
que es otra hidra en sí, y tampoco que cualquier política o ciencia o política
de la ciencia, también estaría sofocada por ella, por la hidra. Una viñeta es un recuadro delimitado por líneas que representa un instante de la historia:
1. CANASTAS
Los días
de visita son algo parecido a una verbena popular. Sucede cada martes,
jueves y sábado, ¿no les parece demasiado? Hay una razón para todo. Es difícil
de explicar porque es difícil de creer, pero una vez acostumbrada a la verbena
y a las rutinas de la cárcel, los días de visita en el Sur sólo podían
recordarme a otro lugar y momento preciso en la Ciudad de México: la entrada de
Chapultepec en domingo.
Si la sacáramos
del contexto de los controles no sería muy diferente. Un día de campo masivo,
despliegue de talentos de las mejores exponentes del itacate, algarabía, el
dominio del know how del picnic dominguero, hasta que uno se percata de ese
particular detalle: las largas filas de personas cargadas con viandas,
expectantes o acostumbradas, organizadas y organizadoras, eran casi
exclusivamente mujeres.
Largas filas de
generosas mujeres cargadas con sus canastas. Esas bolsas de mercado mexicano,
con hilos plásticos de colores brillantes, cargando sus manteles, llenas de
trapos que guardan el calor de las tortillas, los contenedores con papas
con chorizo y chicharrón en salsa verde, con sus Coca-Colas de dos
litros. Largas filas dentro y fuera de las puertas del penal con las esposas,
madres, hijas, hermanas, amantes, novias e hijos de los hombres recluidos. La
corrupción del sistema hace que la manutención, con lo que quiero decir,
supervivencia de un interno cueste aproximadamente 300 pesos a la semana. ¿Cómo
no van a ir?
En las cárceles
de mujeres no hay largas filas. Nadie compite por tener el día de campo mejor
orquestado. No es necesario. No hay esposos, ni madres, ni padres, ni novios,
ni hermanos, ni hijos, ni amantes.
La pregunta por
la mujer y su cárcel. La cárcel de Santa Martha, el edificio y la cárcel del
patriarcado, los cuerpos de las mujeres indignos de perdón, de compasión y
especialmente de cuidado. La palabra cuidado y la palabra pensamiento tienen la
misma raíz etimológica. A las mujeres de Santa Martha nadie las cuida, nadie
las piensa. Nadie les lleva ninguna canasta.
2. TOUR
PENITENCIARIO
Hubo una capacitación
impartida por parte de los Centros de Observación y Clasificación en los
reclusorios preventivos de la Ciudad, departamento al que estaba suscrito el
servicio en donde laboré por un año. En esa capacitación hubo un recorrido para
conocer los penales, el protocolo para saber entrar y algunas directrices para
conducirnos dentro. Entre ellas, estar conscientes de la relación de poder que
estaría implicada si alguna de nosotras era seducida por un interno. Cuestión profesional
y ética, y además tan usual que parecía una experiencia cotidiana. Tiro por
viaje alguna servidora social se enamoraba de un interno. Ellas eran temerarias
y ellos tenían todo el tiempo del mundo para conquistarlas.
Todas
éramos chicas veinteañeras de la UNAM y de la UAM, con el arrojo de esa edad y
cuatro años de proyectos del grupo piloto en escenarios reales. Yo también era temeraria,
iba con un afán Clarice Starling para enfrentarme ante cada puerta de seguridad
que se abría para mí con estas preguntas:
¿Qué es la
cárcel? ¿Quién soy yo en las penumbras de la sociedad? ¿Cómo es la sombra de
todas las ciudades?
Hubo cosas que
se repitieron: ese vaivén de los policías cuando están entre ponerse necios y/o
corruptos, con las dificultades procedimentales que eso ocasiona para entrar a
cada penal, incluso viniendo en un grupo con todos los permisos
requeridos y acompañadas de los coordinadores técnicos del sistema. Los
directores con dientes de oro y joyería despampanante, como sacados de alguna peli de Luis Estrada. La falta de tecnología: era 2006, en ese
entonces estaba de moda escribir blogs y todo (so, you have a blog?!!! that is sooo
2006!), no era como para que no existieran las computadoras en la totalidad del
sistema penitenciario. Los internos pegados a las mallas ciclónicas de los
pasillos externos aullando como lobos al vernos pasar.
Quería conocer
la arquitectura de los penales ¿eran en peine o panópticos? Me importaban
los espacios.
Fuimos al
Norte, panóptico. Desde mi fugaz punto de vista era el más violento de los
preventivos. El único recuerdo que guardo es una mirada pesada como muro, como
celda. El Norte es una mirada de resentimiento que se ha quedado 8 años dentro
de mis ojos. Le aprendí a ese hombre mirar de una forma que duele. Resentimiento,
como una rabia dosificada y agonizante. Rencor.
Fuimos al
Oriente, panóptico. Al haber muchos comerciantes se percibía a la gente muy
movida, cierta práctica, cierta energía. Cada institución total es una ciudad,
con su personalidad y sus palabras.
Fuimos al
recién inaugurado CERESOVA de Santa Martha Acatitla. Nos recibieron los lobos. Panóptico donde había muchachos
más jóvenes que nosotras. Lobos jóvenes.
Eso me ocasionó esa pesada sensación de tristeza y agradecimiento por
una evasiva y clasista fortuna, que hoy pienso que se llama duelo y que
se siente muy seguido en este país.
Fuimos a la peni de Santa Martha. La peni no era un panóptico, era un
complejo en peine, un conjunto de cuatro edificios y cuatro anexos dispuestos
paralelamente con un pasillo perpendicular que los recorre al costado. Me dio
mucha risa ver que en la página de internet de reclusorios del DF dice que se
parece a la Ciudad Universitaria. No mamen. La peni fue
el espacio más duro y de alguna forma más ajeno a mí y por ello más desviante que visité en nuestro
recorrido penitenciario, la heredera de Lecumberri. Sucede que ahí se cumplen
las sentencias más largas. Es decir, a diferencia de los otros, este es un
penal correctivo y no preventivo ¿la diferencia? La desolación de lo
definitivo. Y esto:
El Dr. Carlos Tornero Díaz en la obra "Cárceles" de Julio
Scherer García, refiere:
"Junto al dormitorio 4 se adecuó una sección de alta seguridad, a
la cual se le denominó zona de observación, o simplemente "ZO". Era
el nombre oficial. También se le conocía como "Zona de Olvido". Salvo
algunos, nadie debía arriesgarse por el territorio sagrado, ni bordearlo siquiera.
Al fondo se encontraban las celdas clausuradas con autógena, mazmorras
construidas con cemento armado del piso al techo. Había una llave que goteaba y
un agujero para el drenaje de los deshechos. Apenas se levantaba la rejilla por
la que un custodio de confianza introducía las sobras del rancho".
Esas son letras
de 1973, no sé si se refieran a lo que vi. A ras del suelo por el pasillo que
recorre el complejo, se asoman desde pequeñas ventanas rectangulares,
bolsas de plástico de supermercado prendidas a palos que los internos
invisibles de esas celdas en el subsuelo, como mazmorra del medioevo europeo,
alzaban para ver si obtenían alguna limosna de los marchantes afuera.
La espera del
amante es más larga en la cárcel. La lluvia es más desoladora. La enfermedad es
más precisa. Cuando todo es tan obscuro, las personas son más claras. Con
sus marginales entre los marginales. Con sus atmósferas olfativas y sus
palabras y sus héroes y sus genios.
Mi servicio
social se gestionó en el único penal al que no fuimos en el tour penitenciario:
El Sur. Nos tocó hacerlo todo: lidiar con los custodios, aprehender el camino, acostumbrar
a los lobos a nuestra presencia, conocer sus pesadas atmósferas, lidiar con sus
terribles olores. Un complejo con casi cuatro mil almas. A él se asignaba
una parte importante de población de detenidos de zonas rurales y población
indígena, existían muchos abusos. El Sur se ubica en la cima del cerro de San
Mateo Xalpa, el preventivo más tranquilo, el más light.
3. ASANDO CHILES
Ese día calificábamos
pruebas masivamente, estábamos haciéndonos compañía y nos encerramos en la
misma “oficina” a calificar Domino’s,
HTP, Mochover y alguna otra. Ya nos sentíamos como pececillos en el agua
turbia.
En la cárcel existe
el rancho, así se le llama a la comida que provee el penal y por lo tanto el
gobierno a los internos. Todos tenemos esa idea arquetípica de la masa extraña
parecida a un puré que servía de alimento para los huérfanos ingleses del siglo
XIX… pues el rancho es así, exactamente así. En México supongo que se compone de
variaciones de algo parecido al adobo y algo parecido a los frijoles. Sin
embargo, todo es tan bizarro y desigual en el tambo y en este país, que la
comida también puede ser basta y gorda, hecha por y para machines, excepto los
días de visita en donde ya dijimos que cocinan las mamacitas.
En el Sur de alguna
manera se proveen negocios bien armados de tacos, hamburguesas, cocteles de
frutas de tamaño descomunal con los que nuestros fans nos alagaban y una que
otra rareza, de la que hablaremos más adelante.
El día en que
sucedió no se nos hizo raro que en alguna cocina cercana se estuvieran asando
chiles. Comenzó en ambas una tos repetida y agria. Ardor y lágrimas en los ojos
durante 10 minutos. Las dos pensamos en la posibilidad de que estuvieran asando
chiles. Pero era gas pimienta. Había un motín en la cárcel. Todo sucedió
en el piso arriba de nosotras, entre la población que está siendo procesada, la
población de C.O.C. con la que solíamos trabajar.
Hay pocas imágenes que me resultan más
atemorizantes que una turba violenta. Aún estando en nuestra celda de trabajo-cubículo, un
piso abajo, tosimos y nos lloraron los ojos por media hora. Pienso en los ojos
de la persona que lo recibió en el rostro.
4. TIRAMISÚ
El dormitorio 9 era el más flamante, tenía la apariencia de una highschool pobre y estaba impecable. Al entrar percibías el subidón en las condiciones y la calidad de vida de los internos, olía mejor que cualquier
parte de C.O.C. Era el dormitorio de los privilegiados. Más cálido y mucho
menos húmedo. Nos dejaron pasar pidiendo permiso, siendo educadas y por el uso de la técnica
milenaria e infalible: sonrisa y pestañeo. También, sí, por nuestro guía, estafeta y
poderosillo él, que ya estaba enamorado de mi colega.
En la planta
baja, un preso italiano dejó un restaurante operando con relativa rapidez,
calidad y buen sazón, sirviendo los básicos italianos con ingredientes frescos,
mucho decoro y sin ningún pudor con la mantequilla y el queso. El italiano heredó
sus recetas haciendo un legado emprendedor en el lugar más extraño del mundo.
En el 9 se paga renta como en un piso caro de la Condesa, adicional a la renta semanal por existir en la cárcel de la que ya habíamos hablado. En ese dormitorio hay internos que han ingresado por delitos financieros, tal vez algunos jefes narcos pero no tan jefes y no tan narcos.
En el 9 se paga renta como en un piso caro de la Condesa, adicional a la renta semanal por existir en la cárcel de la que ya habíamos hablado. En ese dormitorio hay internos que han ingresado por delitos financieros, tal vez algunos jefes narcos pero no tan jefes y no tan narcos.
Cuando entramos
al restaurante nos recibió la guitarra de un ex integrante de un grupo de
pop de los ochentas de cuyo nombre no quiero acordarme, que se había vuelto una suerte de juglar medieval cobrando por hacer
canciones y cantárselas a las novias de los internos cuando iban de visita. La
hermosa creatividad de la gente. Tarantino will never reach this.
Nuestro guía en el dormitorio nueve nos hizo algunas recomendaciones ¿frutti di mare en el reclusorio? Antipasti tras las rejas. Era demasiado arriesgado pedir mariscos en la cárcel pero ya se había dicho que era temeraria, que la aventura nos importa. Trajeron un plato delicioso y otro de bolognesa, ensalada y tiramisú.
Nuestro guía en el dormitorio nueve nos hizo algunas recomendaciones ¿frutti di mare en el reclusorio? Antipasti tras las rejas. Era demasiado arriesgado pedir mariscos en la cárcel pero ya se había dicho que era temeraria, que la aventura nos importa. Trajeron un plato delicioso y otro de bolognesa, ensalada y tiramisú.
5. DAMIÁN EN EL
CENTRO DE LA TRISTEZA.
Iba caminando
hacia mi celda-oficina y un estafeta, o sea, uno de los internos que trabajan
como staff para cuestiones administrativas y pueden pasar de los dormitorios a
C.O.C., se acercó para decirme que Luis Arturo** quería hablar conmigo, que me
conocía. Yo estaba siempre precavida de alguna extorsión o ligue pasadito de
agallas y dije que no. (Pero si el lobo hubiera estado fuera…)
A los pocos
días, por alguna razón extraña, se le asignó ser evaluado por mí. Fue
alguien a quien sólo Olmo y yo conocimos, cuando éramos solo nosotros y nos
gustaba ir a bares y conocer gente. Gente que no fuera de Psicología. Gente
para discutir de cosas. En fin, Damián era estudiante de la Facultad Filosofía,
no me acuerdo de qué carrera. Seguramente era viernes y estaba en un bar
dibujando ilustraciones darks y siendo darks, con una carita angulosa y ropa
negra, botas militares, profundísimas ojeras, mohicano rojinegro y una palidez artificial
como un Robert Smith del 2005: performando la estética de la tristeza.
Luego llegó Olmo. Los tres hablamos un rato sobre música y resistencias y
nos despedimos. Yo aún no tenía Facebook, me resultaba completamente
prescindible. Damián se perdió en la cerveza del día.
El día en que
lo volví a ver, mandé llamar a mi cubículo-calabozo a entrevista a Luis Arturo
López Blanco para hacer su historia clínica después de revisar sus pruebas. Cuando
entró supe que lo conocía, excepto que no como Luis Arturo López Blanco sino
con su nombre darks de bares de Copilco, Damián.
Me dijo que trató
de llamar mi atención pero que no lo reconocí y tampoco es que se hubiese
acercado a saludarme directamente. Tenía el cabello corto, sin mohicano, nada
de look darks, con ojeras iguales a las de la última vez pero vestido con el
color de los internos del Sur, el beige, se veía mucho más triste pero en ese
momento contento de verme. Él me contó sobre los bonos.
Si nada ha cambiado,
la policía capitalina otorga bonos de cinco mil pesos por cada preso que
ingrese como un incentivo laboral. ¿Por qué se quiere encarcelar a más gente? …Y,
¿es México, cierto?
El problema de
la hidra es que se tejen redes entre sus fauces para inculpar a gente inocente
y recibir el bono. Como una inútil y absurda “disculpa” el sueldo de los
policías es sumamente bajo. Sin embargo, la hidra no revienta sólo a los
policías, es de funcionarios, es de jefes. De cabo a rabo. Es de dentro y de
fuera de la cárcel. Es rastrera, electorera y sin estilo. Resultó lo más lógico
responsabilizar a un joven como Damián pues lleva el luto que nos produce
este país de mentiras y decide vestirse de obscuridad. Dark: Encarcelar al
joven, al estudiante, al pobre, al vulnerable, al vampiro. Damián siempre me
pareció un nombre sospechosamente acertado para andar de gótico. Se lo dije y
nos reímos de eso un rato, soy medio irreverente. Hay muchas cosas que cambian
de valor en la cárcel, unas bajan y otras suben, como la risa. La franca risa
del alma.
Su familia
podía pagarle la lista, comida y cierta seguridad pero había visto y
experimentado cosas terribles y pasaba frío. Es todo frío ahí dentro. Lo
golpearon, lo amenazaron con buscar a su familia, lo hicieron hacer y firmar
una declaración falsa. Estoy muy segura de que no es la primera vez que leen
sobre esto. A veces México puede ser el
centro de la tristeza.
Su mamá se
movió y consiguió un buen abogado, creía que podía salir pronto. Me dijo que no
le dijera a nadie de la cárcel que saldría. Él fue también quien me pidió que
contara a los que me son queridos que de ser detenidos hagan todo lo posible
por no avanzar en el proceso aunque eso implicara sobornar a los policías o
mentir diciendo que somos criminales, pues de cualquier manera iba implicar
una extorsión por parte de nuestro gobierno pero de mayores implicaciones
y costos. Tristeza.
Poseído por la
hidra, desde su pedazo de lodo en el imperio del miedo, uno de los policías que
lo amenazó acabó por decir estas líneas <<pues si no quieres que te pasen estas cosas para qué te vistes así>>
Tristeza. Tristeza.
Foucault y Goffman, no contaban con la variable de la cultura de la
impunidad en México, con la variable de su racismo de tercer grado. Nunca me lo
volví a encontrar. Espero que haya estado poco tiempo, que sus pocos
privilegios le consiguieran salir, que Damián se abrazara como artista
decimonónico y loco a la poesía de la vida. Hablamos de música y de
resistencias y nos despedimos en la estética de la tristeza.
Epílogo: LA
PENUMBRA DEL MUNDO
El
día que terminamos el servicio social llegamos llorando a mi casa. Colmadas.
Llenas de experiencia y saturadas de realidad. Cerramos el año con los talleres
de Supuestos Existenciales. Bajamos del cerro de San Mateo con el auto y el
alma llenos de regalos para ambas. Estuvimos 480 horas encerradas con esos
hombres extraños, hablando de la libertad, hablando del amor. Lloraron, se
abrazaron. Nos escuchamos. Quiero pensar que algo le dimos al mundo, que nos
entregamos a la aventura. Pero no.
La cárcel no es una aventura, una aventura es el mar o la música, privilegiada y ñoña. La cárcel es la vida de los otros, transcurre paralela a la vida y es la vida. Es la sombra de una ciudad, de esta ciudad en el centro de México, esta ciudad con sus escasos parques y su buen cine y sus dramas. La cárcel es otra vida que palpita en un tiempo propio, discurriendo en su propia gramática. Escurriendo del mundo. Los húmedos y carcomidos dormitorios de la periferia.
La cárcel no es una aventura, una aventura es el mar o la música, privilegiada y ñoña. La cárcel es la vida de los otros, transcurre paralela a la vida y es la vida. Es la sombra de una ciudad, de esta ciudad en el centro de México, esta ciudad con sus escasos parques y su buen cine y sus dramas. La cárcel es otra vida que palpita en un tiempo propio, discurriendo en su propia gramática. Escurriendo del mundo. Los húmedos y carcomidos dormitorios de la periferia.
La
cárcel es una de las hijas de la incestuosa
pareja del poder y la política. La cárcel pende de nuestra vida y nuestras calles, con sus
héroes y sus palabras y sus genios. Es una ciudad invisible, bardeada, institucionalizada,
como la del empleado bancario pero pobre, hacinada, húmeda y áspera, igual de
surrealista, igual de injusta, corroída, subrepticia e ilegal. Más rota y más
simple, quizá, que la nuestra. La cárcel
es el edificio del poder y viene de las entrañas del monstruo. Ahí nos sucede,
ahí no nos sucede, ahí fue pensada, concebida en las entrañas de la hidra que fagocita esta tierra de
fruta y de soles.
La
impunidad
La
corrupción
La desigualdad
La desigualdad
¿Quién
soy en la penumbra del mundo? Nunca lo
he sabido, quizá por eso he demorado tanto estas letras.
Quiero pararme en el extremo de algo. La
próxima entrega va sobre bondage
Los fondos, los trasfondos, las sombras, el dolor, la oscuridad, siempre son ese extremo que por un accidente maravilloso, puede hacernos topar con la luz...
ResponderEliminarBien escrito. Gracias,
Chidou... Aunque te equivocas en algo: el Mal viene de Dios.
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