“231. Habiendo
eliminado a la madre (avidez) y al padre (orgullo) y a los dos reyes
(infinitismo y nihilismo), y habiendo destruido un reino y sus habitantes (apego), uno se
convierte en iluminado.” Dhammapada.
fantasmas (del griego φάντασμα, "aparición")
Wikipedia (ja!)
Fantasmas auténticos y manifiestos,
encienden y apagan la luz de este pasillo. Qué es el pasillo sino un bardo. La
antesala a la intimidad rota. El pasillo
es un umbral.
Lo único que me gusta de la
lluvia y especialmente, la lluvia en la ciudad, son los abrigos y las botas y
que es un buen sonido de fondo para escribir o besar. A mí me gusta esta ciudad
porque tiene buena luz. Escogí vivir este país porque no importa lo malas que
puedan ser las aguas, lo severas que sean las lluvias, después de unas horas o
cuando más algunos días, uno puede
pararse en cualquier punto de la
arena pública y mirar el cielo
azul.
Pero uno no debe acostumbrarse a
nada y este Septiembre los dioses decidieron castigarnos por votar por el
PRI, por no dejar ir y por eso que
hacemos de odiarnos a nosotros mismos como expresión cultural. Nos han dejado
así, en el gris.
No soy lo que se dice
supersticiosa. Como dice mi abuela, “más miedo los vivos” o las
instituciones totales y los gobiernos. Una vez escribí un poema que se llamó poltergeist, sí, lo admito, pero esa era
una cuestión completamente metafórica. Poema para una idea-hombre fantasma;
relato subrepticio e insistente, que persistió en mi cuerpo y en mis años, sin
ceder, sin irse tras la muerte que es definitiva y por eso, solidaria. Pero no. A él lo dejé, lo olvidé y luego lo
cambié de lugar: mi campo de narcisos. Esto va de otra cosa, más cercana a las pelis
de terror, a las alucinaciones duermevela. Nada de metafóra.
Ayer sentí un fantasma en casa. A
escasos metros de tu profundísimo sueño y el ansia del insomnio: Un fantasma de inexistencia
hiperrealista. Era una ella, una fantasma, conjetura derivada de los sueños de Jaime y las
visiones de Coralie y Nishat. Feminidad que persiste a la muerte. Una ella:
Estrangulada.
Asustada. Casi convencida de
nuestro inminente encuentro, dejé de
hacerme preguntas sobre la física y las tuberías y sobre el proceso de
sugestión que habrían de comenzar mis compañeros de piso una noche de
borrachera. Ninguna razón podía servirme entonces. Ni siquiera los antecedentes de todas esas
cosas moustrosas en las suelen transformarse mis temores.
La parálisis del miedo se
transformó no sin pocos intentos engolosinados de angustia, en esta honda nostalgia de septiembre. Septiembre. T.S. Elliot says: <April is the cruelest month>. Elliot
is always right, right? So, what a hell
with this sadness! September pays in melancholia. Abril y Septiembre, sicario
y viuda. Este mes nos sume en una penosa empatía con la fantasma estrangulada
en mi pasillo. A mí y al país ahogado en su miseria y sus mentiras. Corazón
abierto, puerto de huracanes.
Así, me descubrí repetida,
invisible, más pálida que siempre. Miedo dentro y miedo fuera: Fantasma. Así
todas nosotras: la patria, septiembre, la fantasma y yo.
Casi salgo de la habitación para
abrazarla y decirle: ¡No sufras, hermana! ¡Yo te entiendo!
Tal vez todos somos un fantasma
para alguien. Vibramos en un temor lejano. Activamos el interruptor de otra vida.
Exnovios. Exnovias. Madres. Padres.
Carreras. Hijos. Sueños. Busco en tu pasado insípido, la oliva que me amarga el
trago.
Sentí lo que Bruce Willis sintió
cuando le cayó el veinte de que no era, precisamente, el terapeuta del niño que veía gente
muerta. Sentí que no era hija suya, ni amiga suya, ni amante tuya. Sentí que ya
no era o que nunca había sido. Que los otros trataban de negar mi existencia
por miedo e incompatibilidad de dimensiones. Los fantasmas son fieles,
complacientes, como yo. Siempre están
ahí, apegados, son los personajes más fieles a su historia, a su historia de
nostalgia o de venganza o de horror o de honor.
Olvidan la lección número uno de
los libros de budismo que dan en los enormes hoteles extranjeros que
devastan esta playa: Dejar ir.
Agradecer y dejar ir.
La complacencia alimenta el jardín
de narcisos que es mi cama. Mi estructura psíquica es una damisela en apuros, un
ataque de histeria victoriano. No soy un pastel suficientemente dulce, un
bordado suficientemente preciso, una
tela suficientemente vaporosa, no para mí. Not enough, no me amo tal y como soy. Ya está.
Agradecer y dejar ir.
Hoy sé que es mi trago y que no
lleva olivas.
Frecuencias de nuestra inexistencia rebotan en una puerta
que no se cierra. Corazón que no es escuchado, llanto que no es consolado. Crujido del techo
y las paredes, insistente goteo del agua, luz que
se enciende y se apaga sin motivo. Sin estructura. Es la realidad del fantasma, una que persiste,
necia, terca, instalada, insatisfecha en todo eso que no es. Aquello que no vive se proyecta inútil,
neuróticamente en la vida. Simples apariciones.
Apelando a la neurosis, yo me
pregunté por qué. Tú cerraste la puerta. Así, de un trancazo. La fantasma se quedó afuera, yo me quedé
dormida, en algún minuto de la madrugada pasó la forma sutil y natural en la te meces y me vuelvo invisible, indigna de atención, como un fantasma. Esta noche fue toda tormenta. Septiembre dejó ríos de tristeza.
El país se ahoga.
(pero siempre levantamos los escombros).
(pero siempre levantamos los escombros).
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